PACO MATEOS

Las mujeres padecen más dolor crónico que los hombres.

El mito de que las mujeres aguantáis mas que los hombres no es cierto. Otra cosa es que se lleve de manera diferente pro las circunstancias pasadas y el significado social de la mujer en la historía. En mi consulta me suelo encontrar con un abanico amplio de personas con diferentes formas y colores de dolor. Desde el típico esguince de tobillo hasta un cuadro de características sistémicas, en el que la depresión y la apatía por la vida se encuentran por bandera.

Si analizamos estos últimos, podría sacar la conclusión no determinante de que la mayoría sois mujeres. Un dato que a priori puede no ser atractivo, te lleva a valorar  detalles del sufrimiento general del propio género. 

  • ¿Por qué estos cuadros más complejos aparecen siempre en mujeres?
  • ¿A qué se debe que la edad media esté entre los 35 y 55 años?
  • ¿Qué implica ser mujer en la sociedad actual?
  • ¿Hay relaciones causales entre la historia, la cultura y la sociedad?

1.900 millones de personas en el mundo están experimentando dolor. Es el proceso más debilitante que hay. Uno de los más complicado de entender [1] y también común y social [2], no solo personal. A esto me refiero a que es contagioso, sí, sinónimo de viral. No responde igual a la mutación mitocondrial que generan los virus, pero la velocidad de transmisión en las personas de una misma sociedad es similar. Para que puedas entender este concepto podemos irnos al mito de la artrosis y los cambios de tiempo. Hace decenas de años, probablemente siglos, se ha dicho que el ser humano tiene la capacidad de detectar los cambios de tiempo antes de que ocurran, por el dolor previo que aparece en algunas de sus articulaciones. Este «don« solo lo tienen algunos «privilegiados». Tu no serás la única que hayas escuchado algo parecido de tu abuela o de tu madre. Seguramente sea algo tan normal que lo tengas aceptado y no te chirríen los oídos cuando lo escuchas. Sabemos que el cerebro es predictivo y como tal hace muy bien su función. Las creencias instauradas desde la niñez son tan fuertes que se convierten en tu realidad, capaces de hacerte sentir y padecer. La predicción se basa en comportamientos de imitación y replicación de experiencias pasadas, para evitar problemas o miedo mayor. Te «ayuda» de alguna manera a mantenerte a salvo. Por eso duele. intuición El haber escuchado, sin atención, que esta semana iba a cambiar el tiempo o que varios días antes avisan algo en el telediario referente al tiempo, te va a dar la intuición necesaria para que se cumpla tu predicción. La predicción de dolor para defenderme del cambio de temperaturas bajas. 

Sin irme más por las ramas, solo hay que plantearse a cuantas personas les ocurre esto. Si realmente el cambio de tiempo generara daño en los tejidos, toda la población padecería de esto y no solo algunos desafortunados. 

«La ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega»

-Albert Einstein-

«Bueno Paco, y esto que tiene que ver con la mujer». Pues porque las creencias, los sesgos de la persona y el propio genero masculino o femenino, juegan un papel de suma importancia.

Parte del aumento del dolor viene a consecuencia del azote que nos ha dejado la pandemia biológica y económica actual que sufre la sociedad moderna. No estoy afirmando que el dolor física de las mujeres o personas en general se deba a esto. Es un hecho que ha sido la gota que a colmado el vaso para desencadenar dolor y por supuesto para agravarlo. 

Las tasas de aumento de dolor en una desaceleración económica es mucho mayor por contraposición a una expansión. La curioso es cómo afecta a nivel personal esta situación a un hombre y a una mujer. 

Sabemos que las mujeres son más propensas a padecer dolor crónico que los hombres. La cultura y el rol que se le ha otorgado a la mujer, en cuanto al desempeño del trabajo familiar, la diferencia de trato en el mercado laboral y la debilidad física para determinados trabajos, podrían ser claves como condicionantes de dolor en una época económico-social difícil. Sin embargo, existe una discrepancia en cuanto a la lógica en lo físico. Se podría entender que en una recesión con una caída del empleo, al trabajar menos, no habría tanto esfuerzo físico y por consiguiente sería beneficioso para el dolor. No obstante, se ha visto que es todo lo contrario. En un periodo de bonanza, se trabaja más horas y existen menos reportes de dolor. La preocupación por sobrevivir, poder mantenerse y conseguir un estado de bienestar repercute en mayor medida que el estrés (bueno) y el esfuerzo físico (mantenerte activo) que implica el trabajar.

Las estimaciones de población provienen de la Base de datos internacional de la Oficina del Censo de EE. UU. (BID), Resumen de información demográfica. Octubre de 2002.

La época en la que vivimos es jodida porque nuestra existencia se ve muy comprometida. Las personas tendemos a bloquear ese sufrimiento con comportamientos de evitación como la exclusión social o la «auto-medicación» con salvoconductos destructivos como es el alcohol o derivados. En mujeres se da más el caso de distanciamiento con el mundo y en los hombres herramientas de evasión. Es muy probable que estos mecanismo de huída vengan por el rol «hombre-mujer» en la historia. Ambas presentan estímulos opuestos a lo que nos gustaría conseguir. La recompensa que nos proporciona la justificación personal de aliviar el sufrimiento en ese momento, sería suficiente para comportarnos así. A su vez estos comportamientos son generadores de sensibilidad al dolor en el medio-largo plazo. El sufrimiento es inherente a ser humano, por lo cual, no podemos no padecer. Tampoco es una opción ni tú decides cuando dejar de sufrir. 

Si tu madre se muriera tres veces, todas ellas sufrirías igual. 

Sería inevitable. 

Otros datos que nos dan la seguridad de que el aumento del dolor es considerable son las tasas de ingesta de analgésicos recetados, que aumenta considerablemente. Las tasas de muertes por sobredosis en EEUU disminuyen cuando hay mejoras de las condiciones macroeconómicas, y en Japón hay asociación entre la tasa de desempleo y la regresión del dolor lumbar. [3] 

Sabemos a ciencia cierta, que cuando peor está un país económicamente mayor índice de sufrimiento existe, y por consiguiente dolor. 

Pero no es tan importante el nivel de dolor, sino como este interfiere en la vida de una persona, y las principales variables de estos tiempos difíciles. 

Aunque el dolor físico provoca sentimientos de ansiedad, apatía y depresión, también hay evidencia de la existencia de una relación inversa. La emoción negativa puede producir dolor o aumentar la sensibilidad del dolor ya existente [4]. Eso no es todo, la parte «psico» del modelo bio-conductual tiene relaciones con la aparición tardía el mismo [5]. Los síntomas pueden aparecer una vez pasado el proceso de distrés o preocupación. 

Esto no solo tiene sentido cuando se habla de intensidad de dolor y preocupación, también hablamos de la vulnerabilidad de la persona en los días que se experimenta dicha preocupación. El estrés y la angustia psicológica puede representarse en la discriminación percibida. Te echan de tu trabajo. Te sientes pequeña, impotente, no te consideras útil ni capaz y con la sensación de no valer para nada.

El abuso y la violencia doméstica, la mayor explotación, el aumento de la actividad delictiva, el consumo de productos más baratos y menos saludables, la carga mental de planificar el hogar familiar, la responsabilidad de las finanzas de casa [6], poca autoridad para tomar decisiones sobre su situación laboral [7] y el pesimismo sobre el futuro [8] serían influyentes en la mayor sensibilidad al dolor. Este pensamiento podría ser el de la discriminación y la opresión tan biológicamente integrada en el cerebro de una mujer a lo largo de la historia laboral y doméstica. Esta susceptibilidad en «vacas flacas» puede propicia la aparición de dolor o el aumento de unos síntomas ya acusados. 

Por lo menos da que pensar. 

«Duele físicamente ser económicamente inseguro».

Chou y col. 2016.

La inseguridad es una constante invariable en un proceso de dolor

Los seres humanos que estamos ansiosos y bajo tensión psicológica podemos estar intrínsecamente alarmantes y susceptibles a la enfermedad pero no siempre somatiza en el momento. De ahí que puedas percibir dolor, más intensidad del mismo o posterior a un período de distrés.

Aunque los tiempos están cambiando. La situación se revierte al género contrario, y cada vez veo más hombres con dolor crónico. Esto puede ser el comienzo de una revolución en todos los sentidos. Pasamos el cambio generacional de la «igualdad» en diferentes ámbitos laboral, legal y jurídico del hombre y la mujer; el hombre parece quedarse en un situación desfavorecida frente a sus sesgo y roles del pasado. Eso quebrante la identidad varonil y podría acarrear problemas asociados a dolor. Algo que me gustaría seguir desarrollando, pero de momento es todo.

Gracias por llegar hasta aquí.

.

.

Bibliografía:

[1] Au & Johnston, 2014; Graham et al., 2011; Gureje et al., 1998; McNamee & Mendolia, 2014; Ólafsdóttir et al., 2020; Simon et al, 1999. Physical Pain, Gender, and the State of the Economy in 146 Nations.

[2] Breivik, 1995; Johannes et al.,2010: Survey of chronic pain in Europe. Prevalence, impact on daily life, and treatment. June 2006 European journal of pain (London, England) 10(4):287-333.

[3] Ikeda et al. 2019. The contextual effect of area-level unemployment rate on lower back pain: A multilevel analysis of three consecutive surveys of 962,586 workers in Japan. International Journal of Environmental Research and Public Health, 16(20), 1–11.

[4] Wiech y Tracey, 2009. The influence of negative emotions on pain: Behavioral effects and neural mechanisms. NeuroImage, 47(3), 987–994. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2009.05.059.

[5] Linton 2000. A review of psychological risk factors in back and neck pain. Spine, 25(9), 1148–1156. https://doi.org/10.1097/00007632-200005010-00017.

[6] Thorne, 2010. Extreme financial strain: Emergent chores, gender inequality and emotional distress. Journal of Family and Economic Issues, 31(2), 185–197. https://doi.org/10.1007/s10834-010-9189-0.

[7] Novo et al., 2001. Do high levels of unemployment influence the health of those who are not unemployed? A gendered comparison of young men and women during boom and recession. Social Science and Medicine, 53(3), 293– 303. https://doi.org/10.1016/S0277-9536(00)00340-3.

[8] Hammarström et al., 1988. Job strain and depressive symptoms in men and women: A prospective study of the working population in Sweden. Journal of Epidemiology and Community Health, 68(1), 78–82. https://doi.org/10.1136/jech-2012-202294.