El músculo es un factor importante a tener en cuenta para el dolor. Es posible que no lo sepas o que no hayas escuchado nunca nada de esto pero el organismo es un sistema excesivamente complejo y adaptativo que se va adecuando al momento concreto y las necesidades implantadas. A ese es un proceso lo denominamos alostasis. Para que estos cambios tengan su repercusión en lo que conocemos como respuestas o síntomas, se dan en primera instancia a través de su forma biológicamente más ínfima, pero a su vez más elaborada, la célula.
Aunque parezca que no y que solo sucede en procesos agudos o crónicos primarios, en el dolor persistente también se generan estas adaptaciones. Incluso con cambios histopatológicos en nuestros tejidos. Lo contrario de lo que se dice ahora, —hay dolor pero no daño en el tejido—, pues eso es un poco ambiguo y políticamente correcto para la enseñanza, pero sabemos que existen cambios.
El comportamiento grupal de los sistemas dinámicos complejos viene precedido por las aportaciones de cada componente, y cuando confluyen o se integran es lo que nos mantiene vivos. Realmente todo esto se traduce a información. Tenemos mensajeros, de muchos tipos dependiendo de la célula la cual provengan, en la que se libera una serie de moléculas tanto para sí misma como para sus vecinas o para el sistema. Lo que viene siendo autocrina, paracrina y endocrina.
El funcionamiento de estas liberaciones suele depender de una jerarquía «preestablecida» que viene asociada al entorno y las necesidades de protección en ese momento. Esta jerarquía responde a la ley de supervivencia y al componente de miedo-evitación simplemente para salvaguardarnos y cuidar de nosotros. Actualmente, somos los que «imponemos» de alguna manera dichos escalafones de autoridad y en este momento parece que se la lleva el músculo.
«Los hechos imponen la ley»
Siempre hablamos del músculo como salvavidas para el dolor. Ahora todo se mejora con ejercicio, da igual de dónde venga el problema. Lo mismo te da si es fascitis, lumbalgia o tendinopatía de manguito rotador. Incluso para cuadros depresivos o de ansiedad, también ejercicio. Yo siempre lo digo, no todo es ejercicio y no todas las personas con dolor necesitan el mismo ejercicio, ni la misma dosis. Por supuesto hay personas que probablemente necesiten otra forma de encarar su problema.
Relacionado con esto también se comenta el efecto de las mioquinas (citoquinas musculares) y su efecto beneficioso en el dolor. La pregunta fundamental y de la que hablamos en este blog es ¿por qué? ¿Qué relevancia tiene el ejercicio para el dolor?.
Si quiere saber más sobre qué beneficios tiene el ejercicio en paciente con dolor entre aquí
.
Cada célula expresa sus estados a través de mensajes autocrinos (para ellas), paracrinos (para las vecinas) y endocrinos (al sistema), como he citado anteriormente, que serán vertidos en los espacios correspondientes y encontrarán respuesta por parte del resto de células, órganos y sistemas. Esos «mensajeros» se llaman, genéricamente, citoquinas. [1] Estas actúan sobre los órganos y ejercen funciones metabólicas beneficiosas en todo el cuerpo a través de redes de señales específicas. Cuando se liberan envían una señal al sistema inmune para que cumpla con su función. Por lo tanto, la gran mayoría de acciones, si te fijas, van encaminadas a la protección de nuestro bienestar y mejor desarrollo funcional. [2]
Cada «mioquina» tiene el trabajo de activar otras citoquinas de otros órganos o sistemas para conseguir el resultado esperado, la unión de funciones con la finalidad generar una respuesta coordinada. Lo hacen reclutando o inhibiendo las funciones de células específicas (como células dendríticas) o neutrófilos, regulando la proliferación y diferenciación celular. [3] Por ejemplo, cuando el músculo cardíaco se encuentra en apuros, libera sus propios mensajeros. Lo hace de manera endocrina por vía circulatoria (lenta) y neuronal (rápida) para coordinar una respuesta. El cerebro, responde a esa información y también libera sus propios «mensajeros» (neurotransmisores) que se van a encargar de definir la respuesta. Dolor (angina de pecho) para que el individuo se quede quieto y siga vivo.
El sistema prioriza la importancia de «sobrevivir» en un determinado momento y contexto.
Cuando hacemos ejercicio, el músculo libera mensajes y el sistema los atiende y adapta la actividad global del organismo para que el requerimiento del trabajo sea atendido. Otros sistemas, en base a este funcionamiento, también se ponen en juego y liberan sus propios« mensajeros»: se acelera el corazón, la respiración aumenta, el cerebro se excita por un chute dopaminérgico, la amigdala se calma, los ganglios basales se convierten en espectadores motores y el hipocampo se llena de nuevas experiencias para aprenderlas y grabarlas. La complejidad es tal que parece un espectáculo de «natación sincronizada». En la que el sistema inmune lo gestiona todo y los macrófagos, por las mioquinas generadas en la contracción se vuelven buenos, en antiinflamatorios.
También sabemos que el músculo posee una cantidad considerable de mioquinas que se van liberando mediante la contracción muscular, algunas lo hacen simultáneamente y otras gradual en el tiempo. [4] Algunas de estas mioquinas actúan específicamente para ciertos grupos concretos de funciones orgánicas porque se ha visto que están presentes en distintas patologías. Abajo te dejo la referencia de un cuadro sobre los posibles efectos beneficiosos de las diferentes mioquinas segregadas por el sistema musculoesquelético. [5]
Lo importante cuando realizamos actividad o ejercicio para el dolor es la dosis. En términos generales, aumentar la actividad muscular nos lleva a segregar, gracias a los mensajeros, dosis controlada de analgesia. Los mecanismos que actúan en el proceso regulan químicos que inhiben o activan vías controladoras de la información y a su vez moduladoras del dolor. Por ello podemos percibir más o menos dolor. Esto sería lo normal pero también puede suceder todo lo contrario. Lo que llamamos hiperalgesia.
Uno de los casos más evidentes en el que ocurre esto serían las agujetas. No dejan de ser una respuesta a un ejercicio o actividad con cierta extenuación. Tener un volumen o intensidad alta en un entreno influye en el sistema inmune, aumentando en el ambiente celular cortisol y epinefrina (hormonas del estrés), que reducen la producción de los mensajeros (citoquinas). Al tener menos mensajeros es posible encontrarnos algo más cansados o débiles pero también esa extenuación nos proporciona relajación y liberación. Ya que el cortisol en su justa medida actúa como estresor metabólico (necesario) y no como «distresor».
¿Esto quiere decir que las agujetas son malas? ¿Deberíamos preocuparnos si las tenemos? Evidentemente no. Pero sí es necesario hacer una diferenciación cuando se trabaja en personas con dolor o por el contrario cuando entrenas para mejorar tu capacidad física o salud. En personas con dolor, pasarnos de la dosis y aumentar la inseguridad o la amenaza puede llevar a esa hiperalgesia. Sin embargo, el cansancio de un buen entreno, seguro y controlado, puede llevar a mayores dosis de la misma.
«La dosis hace el veneno, y el significado le dá el sentido del por qué lo haces».
Si seguimos hablando de mioquinas y su contribución al dolor, podemos hablar de la interleucina 6 (IL-6) producida por distintos tejidos, como el adiposo y el músculoesquelético. [6] Es interesante porque la mensajería de esta mioquina activa otras antiinflamatorias y se encuentra más relacionada con el ejercicio aeróbico. De ahí, que para el dolor, propongamos para modularlo una actividad intensa de corta duración. Esto hace que el sistema esté preparado y con menor amenaza para desempeñar las acciones que provocan mayor peligro en la persona que padece dolor. [7]
Como es habitual, y siempre me gusta remarcarlo, el ser humano es muy complejo y el dolor con él. Sería de muy osado en inconsciente por mi parte decir que solo el ejercicio o sus mensajeros son capaces de cambiar el dolor. De hecho hay muchas personas que hacen ejercicio y tienen dolor. Por consiguiente, deducimos que hay una interrelación de infinidad de factores que confluyen a la vez para dar un equilibrio óptimo y razonable a la persona. Esto es la teoría de los sistemas dinámicos complejos, o lo que es lo mismo, ¿Qué es primero el huevo o la gallina? Sería imposible literalmente saberlo.
«No podemos obviar el comportamiento humano en los momentos de incertidumbre, ya que la persona única en sí misma es la que padece dolor».
Lo importante pasa por ser conscientes que el músculo no es lo único que ayuda a generar mensajeros para que se activen otros mensajeros. Todas las células liberan sus mensajes para que se dé una información integrada: cognición, percepción, emoción, imaginación, predicción, aprendizaje, cultura, etc. Todo esto te lo puede dar un buen libro, un buen podcast, una tarde de pintura, tocar un instrumento, charlar con un amigo, hacer una actividad grupal, etc. Aquello que tenga significado para tí y sobre todo que sea relevante generando los cambios en la conducta que quieras implantar.
Por ejemplo las palabras también son mensajeros y tienen un efecto brutal en la propia persona (cómo te hablas) y en el resto (cómo hablas).
Hay que estimular esos mensajeros. El ejercicio puede ser una opción, muy interesante, pero puede que haya estrategias de qué, cómo y cuánto hacer en base a cada persona.
Para más información entra aquí.
Bibliografía:
[1] Pedersen et al., 2007, Schnyder and Handschin, 2015.
[2] Duzova, 2012.
[3] Pedersen and Febbraio, 2008.
[4] Schnyder and Handschin, 2015.
[5] Zumárraga, 2019.
[6] León et al., 2014.
[7] Pedersen and Febbraio, 2008.